jueves, 8 de abril de 2010

Tàpies, 'El mitjó' y compañía


La muestra, una vez más, de que el arte se puede encontrar en los lugares más insospechados no podría hacerla otro que no fuese Antoni Tàpies. Un calcetín de algo más de dos metros de altura, hecho todo de hierro y expuesto en la terraza de la Fundació, es la imagen de la reapertura del museo que lleva el nombre del artista catalán. Els llocs de l’art es una exposición que recoge a modo de prólogo, en el subterràneo del lugar, una colección de obras que, colocadas de forma heterogénea y, al parecer, completamente al azar, ofrecen, a través de los ojos de otras culturas, épocas y paises, una manera de ver el arte muy parecida a la de Tàpies. Colección que, más adelante, el propio artista, en un video que se proyecta en una de las salas, explica cómo envuelven el hábitat natural en el que se mueve día a día (su casa).


Tras esa particular sección, sin sentido aparente, acompañada de un pequeño homenaje al cineasta George Méliès (con la proyección de una selección de algunos de sus filmes), llegan dos grandes salas repletas de las obras que el artista barcelonés ha ido creando y acomulando en los últimos 20 años. Aún así, el recorrido se inicia con una clasificación de cuadros hechos entre 1945 y 1947 en los que destaca una imprecisa técnica con tinta china sobre papel y un autoretrato de un joven Tàpies. A partir de ahí, mediante una sala abierta con vistas a la calle, a la biblioteca de la fundación y a la planta inferior, nos adentramos en una colección de obras que causan mayor y menor impacto. Creaciones de gran tamaño, de temáticas diversas, al igual que los materiales de que están compuestas: la figura abastracta de un hombre desnudo defecando sobre un retrete de mimbre, números y formas de difícil comprensión, un jersey sobre fondo negro, etc. La segunda parte parece estar colocada de forma estratégica para marear al personal (si se pretende ver la exposición en el orden establecido por la guía se tiene que pasar por ahí dos veces antes del momento indicado para ello). 12 cuadros y 2 esculturas adornan la sala más grande del museo ofreciendo abstracción, relieve, contraposiciones y sorpresa a través de ideas, situaciones y objetos cotidianos. Es decir, Antoni Tàpies en estado puro (sin complejos ni vergüenza de hacer de la simpleza algo majestuoso).


La única visita guiada se hace en un intento frustrado de sala, en la parte exterior del museo, la terraza. Un pequeño lugar de madera, rodeado de arbustos verdes y con vistas a ‘Núvol i cadira’, obra que preside el edificio. En la pequeña improvisada sala exterior se encuentra ‘El mitjó’, la obra más significativa de esta nueva etapa del artista, que tan grande parece en la prensa y tanto decepciona en persona. El calcetín blanco de dos metros, relleno de hierro negro, adornado de cruces o “Ts” (símbolo representativo de toda la obra del artista). En la visita te muestran la obra, a la que te llevan en un ascensor custodiado por un guarda de seguridad y una guía que poco se explaia en la explicación, durante cinco minutos. La persona indicada por la fundación da un discurso reivindicativo sobre el rechazo del MNAC hacia el calcetín, que debía presidir la sala principal del Museu Nacional d’Art de Catalunya. Algo que parece haberles afectado ya que aseguran que el tamaño de “El mitjó” definitivo no ofrece el impacto que en un momento se pretendía.






IMÁGENES DE LA EXPOSICIÓN:

Vitrina con elementos de diferentes épocas situada
en la primera parte de la exposición.

Visitantes viendo los filmes de Georges Méliès.

Algunas obras de la última parte de la exposición.

Visitantes observando las obras de la segunda parte de la exposición.

La planta superior de la segunda parte con obras de Tàpies.

Una de las obras más controvertidas.

Maqueta de 'Núvol i cadira'.


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